Ya sea antes, durante o después de una pandemia global, es esencial disponer de sistemas de ventilación que garanticen una calidad del aire interior óptima. Así lo demostró el white paper “La importancia de una buena ventilación. Antes, durante y después de una pandemia global”.
Este estudio, redactado por el equipo de investigación de Soler & Palau Ventilation Group, surgió con la voluntad de descubrir si la ventilación mecánica controlada (VMC) tenía un impacto en la prevención de infectados de COVID-19 a causa de la transmisión de aerosoles.
Tras estudiar tres posibles casos y tres metodologías distintas de ventilación, se llegó a la conclusión que la VMC era la única solución capaz de reducir casi al 0% el riesgo de infección tanto en un aula con niños, un restaurante con una gran rotación de clientes a lo largo de la jornada, o unas oficinas con un alto porcentaje de ocupación.
En contraste, los otros dos métodos contemplados en este informe (ventilación natural y ventilación mecánica que sólo se adhiere a las directrices del RITE) no conseguían asegurar un espacio libre de infección para los ocupantes en ninguno de los tres casos.
Sin embargo, la información que esta investigación puso en relieve en su publicación sigue siendo igual de crucial hoy en día. Aunque ya estemos más concienciados y la incidencia de contagio por COVID-19 sea menor, la ventilación es un elemento vital para la salud de las personas.
La ventilación tradicional, es decir dejar entrar el aire por la fachada, expone a los usuarios a un gran número de componentes nocivos para la salud. Vivimos en hogares donde se han llegado a detectar más de 900 compuestos contaminantes. Además, abrir las ventanas equivale a una ventilación puntual, localizada y costosa. Este recurso ventila únicamente durante la abertura, cosa que acarrea la pérdida de energía y confort térmico, tanto en verano como en invierno.
Por ello, la ventilación mecánica es esencial para poder garantizar una correcta calidad de aire que respiramos en nuestras casas. Renovar el aire que respiramos, con los caudales y filtros adecuados, puede reducir la carga viral de zonas contaminadas. No sólo para evitar la propagación directa de enfermedades como la COVID-19, sino también para preservar el sistema inmunológico de las personas.